¿Qué es el fact-washing?
La desinformación constituye una de las mayores amenazas de los países democráticos.
Detrás de las noticias falsas se articulan, en muchas ocasiones, estrategias para manipular la opinión pública y erosionar la estabilidad de las instituciones. En los últimos años, este fenómeno se ha sumado a la lista de las principales preocupaciones de nuestra sociedad, como lo son también los conflictos, la violencia de género o la emergencia climática. A día de hoy, se exige que todos los individuos, instituciones y marcas formen parte de la solución.
La imagen de las marcas
Del conocido concepto “lavado de imagen”, nacen distintas técnicas o estrategias de marketing: ejemplos de ellos son el ‘pink-washing’, el ‘green-washing’, el ‘purple-washing’ o el ‘social-washing’. Se trata de estrategias que buscan vender una imagen socialmente aceptada y bien vista, cuando la realidad es muy diferente a la imagen que muestran. El objetivo de estas prácticas es aumentar las ventas de la marca, sin aportar un valor real a la sociedad.
Estas acciones son un peligro, ya que generan una falsa sensación de contribución positiva a la sociedad y socavan la confianza del consumidor. También dificultan la capacidad de los consumidores de obtener información precisa sobre el impacto de los servicios o productos que utilizan, dificultando una toma de decisiones informada. En tercer lugar, las estrategias de ‘lavado de imagen’ desvían la atención de los problemas reales y las soluciones necesarias, haciendo que se pierda la oportunidad de abordar los problemas de manera adecuada con los cambios pertinentes. Así mismo, si las empresas se benefician de estas estrategias, debilitan la presión para establecer regulaciones y estándares estrictos.
¿Qué es el fact-washing?
En la lucha contra la desinformación, resulta clave la coordinación de tres actores clave: las empresas tecnológicas, los fact-checkers y las instituciones académicas.
Desde el nacimiento de FactCheck.org en 2003, a lo largo de los años se ha multiplicado el número de plataformas de fact-checking. En la actualidad, la infoxicación y los múltiples canales de difusión hacen que los periodistas no puedan llegar a todo. Los fact-checkers han adoptado un papel fundamental, desmintiendo y verificando hechos e información que circula en internet.
Con la popularización de las plataformas de fact-checking, y tal y como ha ocurrido con estrategias de ‘pink-washing’ o ‘green-washing’, empiezan a desarrollarse estrategias de ‘fact-washing’. A medida que aumenta la preocupación social por la desinformación y sus consecuencias, los ciudadanos exigen a las grandes plataformas digitales que se impliquen cada vez más en la lucha contra este fenómeno y colaboren con verificadores independientes. Sin embargo, existen plataformas que difunden su colaboración con uno o varios fact-checkers, a pesar de hacerlo a través de acuerdos poco transparentes o con un efecto irrelevante en la protección de los usuarios.
Una parte muy considerable de la información se difunde a través de las grandes plataformas digitales. Es en estos espacios donde, al mismo tiempo, la desinformación tiene más alcance y, por consiguiente, consecuencias más graves. Por esta razón, los casos de ‘fact-washing’ en los gigantes digitales constituyen un peligro para los usuarios y para la sociedad en general, pues no luchan realmente contra la desinformación.
Acuerdos transparentes y de calidad
La transparencia es un factor clave para huir del ‘fact-washing’. De este asunto se habló precisamente en el debate organizado por Maldita.es durante el encuentro internacional de verificadores Global Fact, que se celebró el año pasado en Oslo, Noruega. Más de 3.000 personas han participado en las conferencias de Global Fact desde 2014, y de estos eventos han surgido proyectos como el día Internacional del Fact-checking, el Código de Principios del IFCN y acuerdos con grandes tecnológicas.
En este encuentro, los presentes explicaron que es inadmisible que una plataforma firme un acuerdo secreto con un verificador. Es crucial que estos acuerdos no sean NDAs (‘Non-disclosure agreements’ – acuerdos de no divulgación) y que estén basados en la evidencia científica de lo que sí funciona.
«Queremos que la gente forme su propia opinión, de eso va el fact-checking. Tenemos la obligación legal de explicar al público lo que hacemos» – Will Moy, Chief Executive de Full Fact (Reino Unido)
Reconocer públicamente la existencia de un acuerdo es primordial para demostrar la transparencia y obtener la confianza del público. En segundo lugar, la gente debe saber cómo se financia la colaboración y por qué se está garantizando la independencia de la plataforma de verificación. Una colaboración que no cumple estos requisitos podría tratarse de un caso de ‘fact-washing’, pues la gente no podría saber si se trata de verificaciones reales, objetivas y honestas.
Otra cuestión importante es la calidad de los acuerdos y su nivel de compromiso contra la desinformación, ya que un acuerdo sin impacto real puede dañar la credibilidad de los verificadores. En este sentido, las plataformas de fact-checking deben incluir en sus verificaciones cuestiones relacionadas con políticos, líderes de empresas, líderes sociales o medios. De hecho, los fact-checkers deberían empezar a considerarse “knowledge seekers” -buscadores de conocimiento-, puesto que se encargan de poner contexto a muchas situaciones.
Por otro lado, las plataformas digitales que colaboran con los verificadores también podrían facilitar su trabajo. Los acuerdos establecidos entre las dos partes deberían proporcionar a los fact-checkers el acceso a datos sobre su impacto para comprobar y complementar su lucha contra la desinformación.
«Es muy importante poder conocer el impacto de nuestras verificaciones y tener acceso a información sobre el resto del contenido: antes de verificar algo, necesitamos saber cómo de viral y relevante es, cómo se ha movido, si ha sido de forma orgánica…» – Carlos Hernández-Echevarría, Coordinador de Políticas Públicas y Desarrollo Institucional de Maldita.es
Información contrastada y medible
Otro requisito fundamental para probar que una plataforma realmente está implicada en la lucha contra la desinformación es que transmita información contrastada y medible.
La información provista debe de ser concreta y debe contar evidencias que la apoyen. Si una plataforma está participando en la lucha contra los bulos y las noticias falsas, debe explicar cómo lo hace, en qué medida, con qué organizaciones está colaborando para hacerlo, cuáles son las bases de esa colaboración, etc. Asimismo, tal y como hemos mencionado anteriormente, los mensajes emitidos por las empresas deben ofrecer información relevante, visible y accesible gratuitamente para todos los usuarios que quieren conocer sus detalles y corroborar su autenticidad.