La influencia de los medios de comunicación
Cómo los medios han influenciado en depende de qué situaciones
En 1938 vivimos un episodio donde el poder de los medios de comunicación quedó más que constatado cuando, esa famosa emisión radiofónica de Orson Welles que anunciaba el Fin del Mundo, provocó que muchos ciudadanos estadounidenses entraran en pánico y corrieran a abandonar sus casas, saturando los supermercados y colapsando las carreteras de salida de ciudades como Nueva Jersey y Nueva York. El programa radiofónico, donde ya habitualmente se contaban historias de terror, realizó esa noche una narración basada en la novela de Herbert George Wells, La guerra de los mundos. El presentador no escondió, ni al principio ni en el fin de su transmisión, que se trataba de un cuento de ficción, sin embargo, fueron muchos los oyentes que entraron en pánico como si el Fin del Mundo fuera a suceder de verdad.
En este episodio histórico de los medios de comunicación, quedaron demostradas dos cosas: La primera, que los medios de comunicación tienen gran poder de convencimiento. La segunda, que la ciudadanía no suele filtrar la información.
Los medios de comunicación tienen gran poder de convencimiento
Los medios tienen tres claras funciones: informar, entretener y educar. Desde su aparición se les otorgó una especie de fe ciega al tratarse de una especie de autoridad informativa (los medios tienen mejores fuentes, están mejor informados y, por lo tanto, lo que dicen es verdad). Cierto es que la privatización de muchos medios y la dirección subjetiva (por involuntaria que sea) de muchos de ellos, tiende a informar de una verdad desde un punto de vista determinado. Eso provoca que la audiencia de ese medio perciba la realidad de una forma distinta a la realidad que percibe la audiencia de otro medio bajo una dirección de distinta realidad.
¿Hay distintas verdades?
El relativismo de Protágoras o de alguno de sus descendientes como Nietzsche dirían que sí; todo depende del punto de partida de quien cuenta esa verdad. Sin embargo, por cuestiones éticas, los medios de comunicación deben intentar ser parciales. Y es que no se trata de contar la verdad, sino de cómo esta es contada.
El tono de la noticia, el enfoque, el énfasis en un tema o la insistencia en la difusión son claves en la percepción que provocas de una noticia.
Esto se ve de manera clara, por ejemplo, en diarios deportivos. Al enfocar sus informaciones a un equipo determinado, cuando el equipo gana partidos, el énfasis es mejor que en los demás diarios, sin embargo, también cuando hay derrotas, son los más duros con el equipo. Por lo tanto, no es que sean parciales en su información, es que su foco les lleva a enfatizar la información del equipo hasta tal punto que, por tono e insistencia, la noticia cala más en la sociedad. Más insistencia, más contundencia, se percibe como más verdad.
La ciudadanía no suele filtrar la información:
Estamos acostumbrados a un ritmo frenético de vida que nos tiene absorbido; es la cultura de la inmediatez. Lo queremos todo para ya. Esto nos lleva, a menudo, a no filtrar los inputs que recibimos. No hemos analizado una información que ya la estamos compartiendo a nuestros contactos.
Es cierto que medios u organizaciones llevan tiempo combatiendo las fake news, pero no siempre es culpa de quien emite la información (que no la ha contrastado lo suficiente), sino también de quien la recibe. Nos quedamos con frases literales, leemos artículos a medias o no escuchamos podcasts enteros (fijaros en el ejemplo de Orson Welles, que avisó al principio y final de su programa que se trataba de ficción y, sin embargo, la gente sucumbió al pánico). Esto nos lleva a una difusión de solo parte de la información, de una parte a la que le falta verdad.
Es cierto, también, que la digitalización no ha ayudado a combatir las fake news, puesto que en redes son muchas las personas que se atreven a “ser periodistas”. Allí la capacidad analítica y el ejercicio de contraste de información, lo debe hacer cada uno y allí mismo, la educación y realidad de cada individuo juega un papel clave en el filtraje.
Entonces…¿los medios de comunicación influyen en la sociedad?
Influyen, sí, como también nuestra familia, amigos, entorno de trabajo y demás.
Jim Rohn, considerado el padre de la autoayuda, afirma que “somos la media aritmética de las cinco personas con las que más tiempo pasamos”.
Si nuestro entorno tiende a x manera de pensar o actuar, nosotros probablemente lo haremos igual. Lo mismo pasa en nuestro entorno menos inmediato, los medios, en este caso, si recibimos la información contada de una manera, la procesaremos de la misma.
Movimientos nacionalistas, la Covid-19 o los análisis electorales, han sido casos mediáticos recientes en nuestro país y es evidente que las informaciones al respecto se recibían de distinta manera según cuál era el informante. Y no porque no se contara la verdad, sino porque el énfasis y la insistencia en una información determinada, era mayor o menor.
Conclusión de la buena elección:
Si bien damos por sentado que los medios deben ser imparciales, la responsabilidad cae en el receptor de la información. Es el receptor quien elige su entorno: qué escucha, qué ve, qué información da por válida. Con la saturación informativa, el ejercicio de contraste debe ser mayor.
Por lo tanto, sentando unas bases educativas buenas, la capacidad de racionar y contrastar la información, los medios influirían menos en la sociedad. Y decimos menos porque, en cierta manera, los medios forman parte de nuestro entorno inmediato y, por lo tanto, influyen; y esa influencia, multiplicada por millones de personas hace mayor la marea informativa (y más aún si el tema es principalmente uno… como en el caso de una pandemia mundial).
Debemos ser conscientes que la mayoría de veces, somos nosotros quien escogemos qué vemos y qué creemos y, por lo tanto, somos el primer factor en influir sobre la información. Sería algo como… autoinfluencia informativa. Y vale la pena ser conscientes de ello.