Del boom del podcast al auge de Clubhouse: así está cambiando la comunicación radiofónica

Desde finales de los años 70, la radio parecía estar condenada a desaparecer. La famosa canción de The Buggles, ‘Video Killed The Radio Star’, confirmaba en forma de melodía pop-rock esa idea, cada vez más extendida, que decía que el medio radiofónico era sólo producto de su tiempo, y que en consecuencia estaba destinado a extinguirse a medida que se produjeran nuevas transformaciones tecnológicas. Primero la televisión y después internet -con todo su ejército de pantallas, desde los portátiles hasta el smartphone, pasando por las consolas y los iPads- parecían consumar de una vez por todas la muerte de la radio. Pero esta no solo ha sobrevivido al imperio de las imágenes, sino que parece haberse reinventado más allá de la lógica de las emisoras tradicionales y está viviendo un nuevo auge que obliga a las nuevas tecnologías y plataformas a adaptarse a su naturaleza puramente verbal.

La llegada del podcast

El síntoma más evidente de esta transformación ha sido la llegada podcast, un formato que permite preservar las principales virtudes del medio radiofónico -aporta información y análisis, entretiene y se puede consumir mientras se realizan otras tareas como conducir, preparar la comida o pasear al perro- y que aporta otras características igual de interesantes: la posibilidad de escoger aquellos programas que queremos escuchar, así como el hecho de poderlos consumir a la carta, sin tener que ajustarnos a los horarios de la emisora. Además, aunque su llegada a España ha sido lenta, la fiebre del podcasting está generando una oferta de contenidos enorme, y puede permitirse unos formatos mucho más flexibles que los de la radiofonía tradicional, así como unos contenidos mucho más amplios y especializados.

Convencionalmente, el podcast se define como un archivo de audio que puede descargarse o escucharse a través de plataformas destinadas a ello. El nombre procede del periodista británico Ben Hammersley, quien realizó en 2004 un reportaje para The Guardian sobre el auge del consumo de audio en internet, y propuso varios nombres posibles para designar esta “revolución de lo audible”, entre los que consideraba -casi a modo de chiste- la idea de “podcasting”, que mezclaba la palabra “broadcasting” con el nombre iPod, tan de moda por aquel entonces. Sin embargo, el que se considera el primer gran éxito del formato no llegó hasta 2014, cuando todas las grandes empresas tecnológicas ya habían estado trabajando en la creación de plataformas y servicios para alojar este tipo de contenidos: la gran ganadora fue ‘Serial’, un true crime dividido en episodios que logró más de 5 millones de descargas.

Pero si bien este primer gran boom vendría de la mano de este formato más narrativo y de entretenimiento, la consolidación del fenómeno podcast ha tenido que ver con al menos tres factores distintos: el primero, la aparición de formatos más típicamente periodísticos, ya fuesen magazines, entrevistas o programas de investigación; segundo, la conversión progresiva de la radio tradicional al formato podcast, pues casi todas las grandes emisoras han transformado sus programas en archivos descargables y han empezado a producir más y más programas que no están en la parrilla y que solo se pueden consumir a través de internet; en tercer y último lugar, la multiplicación casi infinita de la oferta de programas, puesto que producirlos y distribuirlos es al mismo tiempo fácil y barato.

Así, tanto personas amateurs como empresas que no tengan nada que ver con el mundo de los medios de comunicación han podido empezar a crear contenido especializado para colgar en sus webs o distribuir en sus redes.

Para hacernos una idea de la progresión del podcast, basta con fijarse en los movimientos de Spotify, empresa que se ha convertido en una de las principales productoras, compradoras y distribuidoras de este tipo de contenidos. En 2019, la compañía adquirió Gimlet Media, una de las mayores productoras de podcasts del mundo, así como Anchor, una aplicación móvil para crear y escuchar podcasts. Esa operación dejaba claras sus intenciones: este tipo de escuchas constituían el 20% del consumo de audio en la plataforma, que ya se presentaba en la App Store como un servicio de música y podcasts. Desde entonces, Spotify no ha dejado de intervenir en este mercado, anunciando acuerdos mediáticos con el príncipe Harry y Meghan Markle, que se convertirán en productores y presentadores, o con Warner Bros y DC Comics, para expandir el universo de los superhéroes en una lógica transmedia. A nivel español, las operaciones de Spotify son igualmente evidentes: su último movimiento ha sido la compra los derechos de reproducción exclusiva de los seis podcasts de más éxito de Radio Primavera Sound, tales como Deforme Semanal, Tardeo o Ciberlocutorio.

La aparición de Clubhouse

Pero si hay una prueba de que esta efervescencia del audio va más allá del mundo del podcast ésta es la aparición de Clubhouse y su éxito fulgurante. Se trata de una nueva red social que privilegia la voz y la conversación hasta el punto de eliminar completamente la imagen: Clubhouse se consagra al valor de los intercambios verbales efímeros y privados, pues las conversaciones, charlas y discusiones que en ella tienen lugar no quedan grabadas. El auge de esta nueva red -que hasta el momento funciona solo a través de un sistema de invitaciones limitadas, igual que empezó Facebook en su momento- debe buscarse entre la élite tecnológica de Silicon Valley, con figuras como Elon Musk o Mark Zukerbarg, que la usan asiduamente, contribuyendo así a su popularización.

Actualmente la aplicación, que ya cuenta con más de 2 millones de usuarios activos, funciona a través de salas en las que se organizan reuniones para hablar de temas determinados: invertir en bitcoins, discutir noticias de actualidad, analizar las nuevas tendencias de marketing, hacer lecturas de tarot o, incluso, consejos para ligar en tiempos de pandemia. En cada sala, el administrador decide quién y cuándo puede intervenir, de modo que estas reuniones tanto pueden consistir en charlas magistrales en las que solo uno o dos ponentes hablan, en tertulias con un grupo de expertos o bien encuentros más reducidos en los que todo el mundo pueda charlar con libertad. A la práctica, ofrece una experiencia cercana al podcast, solo que mucho más interactiva, inclusiva e íntima.

Algunos expertos en redes sociales señalan que parte de su rápido crecimiento -todavía está en fase beta y solo disponible para iPhone- se debe a la necesidad de encontrar espacios de networking en tiempos de pandemia. Estos encuentros digitales habrían abierto la puerta a conectar con personas cercanas que tengan intereses parecidos a los nuestros, y además lo habría hecho con un formato más privado y más cómodo, pues, a diferencia de las videollamadas, el funcionamiento de Clubhouse permite participar en encuentros mientras estás realizando otras tareas cotidianas, igual que si escuchases la radio. Sin embargo, sería un error verlo solamente como una herramienta de relaciones públicas: Paul Davison y Rohan Seth, sus fundadores, crearon Clubhouse como un intento de ampliar los límites de la comunicación radiofónica siguiendo una lógica parecida al podcast, incluyendo este carácter de red social. Y es evidente que han conseguido su propósito, pues en apenas un año desde su lanzamiento se ha convertido en uno de los espacios digitales más importantes donde emitir y compartir todo tipo de contenidos culturales.

Así, quizá no se pueda hablar exactamente de evolución de la radio, pues los cambios no han sido unívocos ni han ido en una misma dirección: las emisoras de frecuencia modulada (FM) coexisten con las emisoras de radio digitales, los podcasts y aplicaciones como Discord o Clubhouse, que ya empiezan a ser replicadas por las grandes redes como Twitter o Facebook. Pero lo que deja claro este paisaje en constante transformación es que la gente sigue interesada en un consumo de información más lento y flexible, que no comprometa toda nuestra actividad en una pantalla y que nos permita una relación de escucha y de comunicación más relajada.

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